Hubo un momento cuando la “posmodernidad” era todo: desde el cierre de un sistema económico que eclosionó sobre sí mismo para darle espacio a un neoliberalismo rampante, la sola idea de la nueva modernidad más allá de los espacios y el tiempo en que se concibió el hombre al final del milenio, se cargó de un sentido neobarroco, decadente.
No obstante, cuando concluyó el furor de esa posmodernidad, abundó un muy importante silencio que Zygmunt Bauman disipó con sus nociones sobre la “modernidad líquida”, así como lo que ya se especulaba sobre la “hipermodernidad”.
La mayoría de autores que abrevaban de la cultura editorial del ensayo, aunque productivos, dejaron de tener un eco significativo. Incluso, esa cualidad para fijar la complejidad de todo un aparato teórico sobre el modelado conceptual de una sola palabra con la cual proyectar una abstracción de peso, se convirtieron en fauna vedada.
Aunque se trata de un texto publicado en 2015, De la ligereza de alguna forma compite con la pertinencia que en su momento forzó Milán Kundera a través de La insoportable levedad del ser y pudo ser una novela filosófica con todas las de la ley, pero la moda editorial pudo más y le infundió valores literarios que, si los tuvo, resultaron demasiado inflados.
Kundera sí acertó a apuntar hacia algo: la necesidad de caracterizar los cambios de la época filosofando sobre una base excesivamente postiza, de donde también por la fuerza, quiere un retrato al que le falta validez.
Así, Lipovetsky apuesta por la ligereza en lugar de la levedad y el resultado de su trabajo es la mar interesante. De acuerdo con el autor, hubo una época cuando la solidez lo era todo, ideas, máquinas, propuestas, sociedades… Precisamente, Lipovetsky fija una suerte de vertiente que reconociendo a Bauman, no se asusta ni esconde las implicaciones de encontrarse ante una época en la que se privilegia la inestabilidad por la “necesidad” de un cambio constante, para la que lo efímero y el nomadismo son aspectos sustanciales, a favor de la supresión de cargas, así como la ausencia de lazos.
Más allá de un recuento pesimista, Lipovetsky se maravilla ante lo que ha surgido en medio del proceso de cambio: una utopía que apela a la desintoxicación, la libertad, el bienestar, la ausencia, así como la anulación de todo materialismo que comprometa la estructura de la vida de las personas.
Es fabuloso el reencuentro de un pensador que de pronto se descubre en un suelo erosionado donde las grandes revoluciones sociales se dieron en función de la lucha de clases, a cambio de ser rediseñadas por la oferta de las ingenierías en nanotecnologías a la sociedad.
Justo cuando se cree que Lipovetsky está a punto de cambiar la postura de trabajo de toda una vida, es el propio autor quien se encarga de desalojar cualquier suposición sobre su trayectoria, así como sobre la seridad del tema que eligió para su ensayo.
Sin crear polémica, se detiene a considerar tanto las virtudes históricas de un concepto que figura poco en la historia de la producción intelectual, así como en las consecuencias de considerarlo intrascendente, sin más relieve que integrarlo en sus postulados.
Acaso sus puntos de vista en torno al fracaso de la educación cuando le apuesta a una noción de ligereza, en realidad es un sinsentido ante el esfuerzo que supone pasar por un proceso de formación, como si este no involucrase trabajo alguno.
Que bajo la apariencia de una libertad sin precedentes nos encontramos ya en una democracia desnaturalizada, en un universo neototalitario. Y, en general, un apartado completo para lo que representa la modernidad bajo una mirada que plantea considerar las cosas con detenimiento.
Foals, una de esas muchas agrupaciones que parece haber surgido en medio de una época de efervescencia en que modas y tendencias estaban en transición, pese a las modificaciones y refinamientos que supuso para el grupo sobrevivir en medio de la desaparición hasta de las propuestas musicales que fueron la norma cuando nacieron, precisamente se encargan de llegar hasta un punto de su obra, dos años antes de la crisis de Covid-19, cuando su trabajo se transformó en una expresión de esa “ligereza” en la que convergen diversos estilos, pero sin ser incómodos.