El cerebro también se pudre


Bueno, en realidad no se pudre, pero vaya que sufre deterioro. ¿La causa? Tecnología, simple y llana. Esto se debe a que ya se conocen las regiones del cerebro donde se localiza la atención, así como su repercusión en la actividad neurológica general, pero su efecto a nivel social es la verdadera razón de alarma.

Maggie Jackson, responsable de presentar la alerta en torno a dichos focos rojos, ocupó numerosos titulares a lo largo del 2008 con la publicación de “Distraído, La erosión de la atención y el advenimiento de una era oscura” (Distracted, The Erosion of Attention and the Coming Dark Age), libro en el que expone y plantea la modificación de la cultura, en la medida que han emergido nuevas modalidades de tecnología, hoy en uso.

Amparada en tanto en investigaciones como entrevistas con neurólogos, psiquiatras, psicólogos y especialistas en el campo, establece que hay tres clasificaciones de atención: orientación, ubicada en el lóbulo parietal, correspondiente a la vista y relacionada con los estímulos visuales. Es la más básica, desarrollada desde la niñez para captar nuevos elementos del entorno.

Maggie Jackson

El segundo tipo comprende el espectro de respuesta que va de la relajación plena, hacia la alerta total. Mientras tanto, el tercero involucra planeación, juicio y resolución de información contradictoria. Esta se encuentra en la corteza cingular frontal del cerebro, donde figuran las habilidades más complejas de que es capaz el ser humano, ya que posibilita los rangos más elevados de abstracción.

El problema comienza justo donde nuestra tecnología, en lugar de permitir que el tercer tipo de atención entre en juego, es interrumpida por el segundo tipo de atención, debido a que nos encontramos en permanente estado de alerta cambiando de un estímulo a otro, sin elaborar bien una abstracción cuando ya se está pasando a otra: el celular suena a mitad de la escritura de un texto; alguien envía un mensaje a la mitad de una conversación, etcétera.

Todo estaría bien, si no consideramos que el segundo estado de atención en realidad se liga con un permanente estado de tensión y stress, inhibiendo el desarrollo de funciones y habilidades complejas, relacionadas con el relajamiento. A largo plazo, dicho fenómeno también se refleja en una disminución global de la productividad, así como la generación de nuevo conocimiento.

Por si esto fuera poco, los estudios a que accedió Jackson revelan que el cerebro de los niños también toman forma y adquieren sus características de acuerdo con los estímulos de su medio ambiente. ¿Hay alguien entre los lectores, que haya escuchado de problemas de atención en los niños?

Para hacer más complicado el panorama, siempre que está presente un desarrollo de la abstracción —el tercer modo—, el cerebro literalmente reorganiza sus conexiones para incrementar su propia capacidad, pero al no estar presente, las consecuencias en términos de desarrollo también son relativamente obvias.

Pese a que la noción de éxito y fama van ligadas con dicha hipertensión, no está de más echar un vistazo a la página de Maggie Jackson o esperar su primera edición en español. Mientras tanto, ¿cuántos tonos “polifónicos” tiene su celular?